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domingo, 8 de mayo de 2011

Diplomacia


E
n un mundo que avanza raudo hacia la globalización, muy a pesar de quienes la satanizan, como antes lo hicieron con el neoliberalismo, se hace difícil entender que algunas naciones se obstinen en nadar contra la corriente, y no es que se condene el o los intentos de preservar los modelos nacionales, las tradiciones y/o particularidades de cada región o nación. En absoluto, se trata de adecuarse a las nuevas realidades y utilizar las potencialidades para ganar, avanzar en función de lograr un desarrollo integral para el bien nacional, que es decir el bienestar del ser humano que conforma la nación.
       El esquema, la actual estrategia, si es que la hay con certeza, de la diplomacia venezolana es difícil de entender, dado los objetivos planteados de manera pública y la dirección en que se promueven convenios, acuerdos tratados, así como los países con los cuales se establecen estos pacto, y los convenios o acuerdos que se rompen, y los países con  los cuales se antagonizan.
       Debo decir con responsabilidad, que el material recopilado hasta ahora y la dificultad para ubicar mayor y mejor calidad de información, para levantar este blog, sólo permite un análisis superficial sobre el norte de la diplomacia venezolana; no obstante podemos inferir que la dirección tomada por quienes hoy conducen el Estado venezolano, imprime un sentido político movido por el carácter ideológico; orientación que arrastra la acción económica lejos del interés de la nación, lo cual lejos de redundar en beneficio para el progreso nacional, está comprometiendo gravemente el futuro a mediano y largo plazo de un país que marchaba a la modernidad con un crecimiento interesante; y que hoy como consecuencia de esos convenios que nos muestran como nación solidaria, pero que no nos devuelve en recursos reales los beneficios que alcanzaríamos si las alianzas se establecieran pensando más en las urgencias internas; el país corre el riesgo de pasar a integrar las naciones de lento crecimiento con las terribles consecuencias que esto representa para un pueblo que ambiciona ubicarse en la órbita de los países de rápido crecimiento.
                                                                                               Rafael Á. Marín 



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