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martes, 21 de agosto de 2018

DEL DERECHO A LA EDUCACIÓN (Disertación en la Casa del Poeta Andrés Eloy Blanco, en defensa de la Universidad) Jesús Torres Rivero


      El tema que expondré es una introducción, un preámbulo, al foro-conversatorio que con el nombre de “Cuál es la Universidad que queremos” tendrá lugar en esta Casa el martes 7 de Agosto. Por tal motivo, iniciamos esta disertación sosteniendo, ratificando, reiterando, la siguiente incuestionable verdad:                                                             
   La EDUCACIÓN nacida atributo natural y tendencia instintiva del humano,  es la más significativa construcción de la inteligencia con la  que el hombre ha podido y podrá alcanzar los máximos horizontes del Saber en su insaciable aspiración humana. Es mandato irrenunciable de su propia naturaleza y de la cultura y civilización que ha construido en su milenario trajinar intelectual, anhelando -al decir de Savater- a cada vez ser más humano. Esta magna obra del intelecto, que es la Educación, ha dado sustentación y coherencia a lo individual y societario, y pudo ser posible en su origen y formación, gracias a la constitución y evolución en el hombre del lenguaje oral (y luego escrito), medio y vehículo de conceptualización, abstracción y trasmisión de ideas, cuya más alta expresión de su institucionalidad y de su divulgación científica es  LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA.                                                                       
   Por lo cual se me hace imprescindible considerar en primer lugar lo que entendemos por  Educación, y, en consecuencia, pregunto:
   ¿Alguien de ustedes me podría dar una definición de Educación?
   Como pueden apreciar, con la Educación nos sucede como con el Tiempo; que si alguien nos sorprende preguntándonos qué es, de inmediato consideramos esa pregunta como fuera de lugar, incomprensible, porque de la Educación tenemos un arraigado conocimiento implícito, sobreentendido, tácito o supuesto, de ése su imprescindible existir, que existe porque sí, de manera necesaria y continua, connatural a nuestro humano vivir.  Y si acaso buscamos explicarla es por su origen y finalidad. Pues si se le hace esa pregunta a un judío, a un cristiano o a un mahometano, que admiten la fe del creacionismo, nos dirán que la Educación es una cualidad, un atributo o condición de vida dada por Dios, inherente a nuestro instinto de conservación y deseos de trascendencia; o si por el contrario se tratara de un creyente de la teoría de la evolución de Darwin, afirmaría que es la evolución permanente de la relación milenaria entre los hombres y de estos con la naturaleza, impulsada por el instinto de sobrevivencia y de perfeccionamiento de la especie humana.
   Sin embargo, ambas creencias reconocen, los primeros expresamente y los segundos tácitamente, como concepto de Educación, el atributo natural humano, que ha impulsado, e impulsa, de manera instintiva, al hombre a avanzar en su incesante desarrollo espiritual y material. Y que la Educación como concepto y como instrucción, siempre han sido y es Derecho Humano. Y si, por alguna desgracia, perdiéramos este atributo natural y, en consecuencia, ese Derecho, la humanidad desaparecería, pues los hombres involucionaríamos regresando no al homínido, sino al animal primario que una vez fuimos.
   Y de inmediato surgirá otra pregunta: ¿Por qué ha sido y es importe la Educación? Y la respuesta no se hará esperar. Aseguramos que su trascendencia es por su imprescindible e ininterrumpida acción en el proceso cultural de la Humanidad, bastando mencionar ciertos sucesos históricos que corroboran esta verdad, como fueron: uno que sucedió hace aproximadamente 3.000 años en Grecia, cuando la Educación con el logos un  dió el salto cualitativo al pensamiento racional con la Filosofía, la Historia, el Derecho, la Aritmética, la Geometría y la Astronomía; en la antigua China con el pensamiento los maestros de la Educación, Confucio con sus Analectas, y Lao-tse y Chuang-tse con enseñanzas morales y éticas del Taoísmo; la Educación del Humanismo y el Renacimiento italiano que transformará la mentalidad europea, divulgada con la invención de la imprenta que popularizará la lectura, haciendo más asequible los libros y, en consecuencia, democratizando la Educación; los estudios de las cartas de marear y de la tecnología de navegación que hicieron posible el descubrimiento de América, y el viaje de Magallanes y Alcano, que unirían los Continentes e iniciarían la etapa de la mundialización de la cultura y del capitalismo. En América la creación por España de las Universidades de Santo Domingo en 1538 y San Marcos en Lima, la de México en 1551 y la de Caracas en 1721, de donde, a pesar de sus atrasados pensum, saldría la inteligencia que hizo posible la emancipación americana y la construcción de nuestras repúblicas políticamente independientes. Y en este siglo la revolución cibernética.
   Desde los inicios de nuestro proceso de humanización y por necesidad de subsistencia, a la Educación, atributo natural, lo fusionamos con la obligación de capacitarnos en tareas comunitarias y, por eso, la identificamos con la Instrucción Educativa.
   Porque nuestros instintos impondrán siempre un vivir educándonos, por imperativo de mejoramiento y sobrevivencia, siéndonos imposible eludir los signos de la cultura que continuaremos creando permanentemente; caudal humano que la intelectual Claire L. Gaudiani ha denominado el capital de la sabiduría, esas incontables obras del pensamiento humano y los valores que las sustentan, ratificados y reforzados durante milenios por tradición, mediante historias escritas y verbales como la Biblia, el Mahabarata, el Corán, el Popolh vuh de los Kachikeles y Mayas y el Watunna de los Makiritare. En la historia, pues, ha sido indudablemente decisiva la presencia de la Educación.
   Así, en la cultura romana, especialmente en su portentoso Derecho y en sus pensa de las artes liberales, música, aritmética, geometría y astronomía,  sus descubrimientos, avances y logros en ciencias aplicadas e ingeniería, arquitectura e hidráulica, aún hoy presentes en el Panteón de Adriano en Roma y en los grandes acueductos. En los XIV y XV, la Educación de unas élites brillantes del Humanismo y el Renacimiento italiano, imitadas por el resto de Europa, que impulsarían la libertad de pensamiento intelectual y la tolerancia, que hizo surgir concepciones más humanas de la Educación y del Derecho, avanzando hasta el siglo XIX, con las ideas de la Ilustración, cuya influencia podemos observar en las vigentes Constitución y Ley Orgánica de Educación venezolana, que establecen como orientación y fin de la Educación “el desarrollo del potencial creativo de cada ser humano”.
El origen y desarrollo de todas las Ciencias se corresponden con la construcción milenaria del lenguaje gregario humano de la Educación. Pues el hombre -como afirmó Aristóteles-es el único de los animales que tiene logos, que habla con razonamiento, con lógica. Porque como afirmó Heidegger “En la morada que ofrece el lenguaje habita el hombre”.
   En lo atinente a nuestro Continente, una vez instalado el poder español, las Leyes de Indias acusaron evidente muestra del modelo de la Educación humanista cristiana. Y la monarquía absoluta impuso en sus dominios y, por supuesto, en todas las provincias de Venezuela, una Educación confesional, conventual, intolerante y estructuralmente clasista, que en la Caracas de finales del siglo XVIII se había abierto un poco para ciertos pardos pudientes, por eso, el 19 Abril, de 1810 tuvieron representación en la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, destacándose el pardo y brillante abogado Juan Germán Roscio. Y con la Constitución de 1812 se acogería la ideología liberal democrática-republicana y, teóricamente, el principio de la Educación en libertad de Juan Jacobo Rousseau.
   
   Y aquí, permítanme un paréntesis para  referirles un insólito suceso de cuando éramos provincia de Cumaná, que muestra cómo era escasa, precaria, la Educación colonial, narrado por el jurista Humberto Cuenca, en su obra “La Universidad Colonial”. Se trata del caso de El brujo Zibico, “un loco armado de los puñales de su botica” (que así se le identificó), que ejercía sus artes de brujería en Cumaná cuando éramos, pues, españoles, por lo que el gobernador Emparan, le prohibió siguiera con sus medicaciones, por ser contrarias a la Ciencia y a la Educación de la comunidad, lo que conllevó a una  disputa judicial que, en alzada de segunda instancia, fue dictaminada por la Audiencia de Santo Domingo que ¡vaya sorpresa! permitió que Zibico siguiera recetando, “legalmente” sus menjurjes; siendo el más común de estos, según crónica anónima de la época, “un brebaje preparado por él, a base de llantén, miel de piña y pulpa de tamarindo, de aplicación en el centro de los suspiros a las mujeres con mococoa, un día a la semana durante un mes”. Pero, para desconcierto nuestro, aquel cronista no aclaró cuál era esa dolencia llamada mococoa ni dónde tenían las mujeres ese centro de los suspiros que, aun dudando, presumimos, era en el corazón.

   Pero bueno, sigamos…
   Separada Venezuela de la Gran Colombia y declarada República, el presidente Páez, consciente de que un país no se construye en los cuarteles sino en las aulas de estudio, decidió en 1834, para hacer efectiva la instrucción educativa, la creación, en las principales ciudades, de los Colegios Nacionales, que luego se llamarían Federales con el triunfo de la Federación; y el presidente Guzmán en 1870 decretó la Educación primaria gratuita y obligatoria, que a la larga conduciría a la toma de consciencia por los venezolanos de sabernos depositarios históricos de la instrucción y, dueños por derecho del derecho a la Educación.
   Pero serán la Universidad con la llamada “Generación del 28” y los maestros, cuando Rómulo Betancourt presidía la Junta de Gobierno en 1946, quienes reclamarían e impondrían, en instrumentos legales, los derechos a la Educación e instrucción democráticas, igualitarias, gratuitas y obligatorias, y el de la verdadera autonomía universitaria, ratificados por el gobierno del maestro Rómulo Gallegos. Derrocado éste en 1948 la dictadura retrasó el proceso de la Educación democrática y de la autonomía universitaria;  hasta que el 23 de Enero de 1958, se recuperó la Democracia. Y el Congreso sancionó la Constitución democrática de 1961, que consagraba por primera vez en norma expresa el derecho sustantivo a la Educación.
No obstante, si observamos la realidad del mundo de hoy, en términos universales ha sido tardía su sanción. Porque en cualquier sociedad organizada, civilizada y democrática, la Educación tiene su exacta ubicación y esperanza de seguras relaciones humanas y un orden social y una cultura de justicia y paz. En este sentido, incuestionablemente a la Democracia se le identifica con el Estado de Derecho y su inherente e imprescindible Educación Democrática. De manera que, si se obvia, intencional o con culpa el Estado de Derecho, indudablemente no hay, desaparece, no existe  Democracia y se vulnera, a la par, el derecho humano a la Educación.
   Consagrado, por primera vez, en la Constitución de 1961, el Derecho a la Educación, gratuita y obligatoria, inclusiva y democrática, como medio para desarrollar el potencial intelectual y físico de la persona, Venezuela tuvo una Educación incluyente y de calidad, muestra de ello ha sido la UDO.
   Pero, después de más de cuarenta años de democracia, con alternancia de gobiernos, logrando innegables avances, en lo social, especialmente en Salud y Educación, y en lo económico y financiero, se produjo la crisis del sistema político en la década de los años ochenta de la pasada centuria; crisis que sería aprovechada por grupos antidemocráticos que intentaron golpes de Estado y desórdenes de turbas populares que fueron derrotados por el gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez.
Sin embargo, la situación se fue agravando en los años noventa, y el sistema democrático fue atacado por resentidos de resquemores revanchistas que hundían su rencor en sus orígenes gomeros, lopecistas y medinistas, con una campaña anti-partidos políticos, es decir, antidemocrática y militarista, que, demagógicamente, promovieron la anacrónica y perversa figura del gendarme necesario, un caudillo de mentalidad e ideología populista y fascista, un oscuro militar, más charlatán que locuaz, chabacano, de jerga vulgar cuartelera y de casi ninguna formación intelectual ni cívica, extraído de uno de los intentos de golpes de Estado; y aprovechando medios democráticos de elección lo llevaron a la Presidencia de la República. Éste hizo llamar a la Asamblea Nacional Constituyente que sancionó la vigente Constitución de 1999. Y luego de encumbrarse en el poder inauguró su autocracia hegemónica, fascista, populista y represiva.   
   Pero esta Constitución está aún vigente, y ella consagra, tanto en sus principios dogmáticos como en su normativa específica, una visión humanística de la Educación como derecho humano y como proceso social, inclusiva, en igualdad de oportunidades, que propone y promueve el redescubrimiento de ideales éticos, reconociendo la importancia de los valores de la comunicación en general, basada en el respeto y la solidaridad, la amistad, la tolerancia, la conversación respetuosa y democrática, la sana y libre discusión, la crítica reflexiva y la autocrítica, siempre en atención a la cualidad creadora del lenguaje para la Educación ciudadana.
Y por más que el régimen se ha puesto de espaldas al Estado de Derecho, su hegemonía no ha podido suprimir la dirección axiológica de nuestra Constitución que, tanto en la Exposición de Motivos y en su Preámbulo, como en su Artículo 2, admite y reconoce, expresamente, como ideales, valores y derechos humanos, irrenunciables e imprescriptibles de la Humanidad y del pueblo venezolano, la DEMOCRACIA, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la ética, la convivencia, la solidaridad, la responsabilidad y LA EDUCACIÓN, de cuya concreción individual, y colectiva (de acuerdo a su Art.3), dependerá que se logren los fines y los objetivos que la propia Constitución le otorga al Estado, para que se alcance la superación cultural, social y económica de la sociedad venezolana.               

   Y el 102 Constitucional, asienta que para motivar e incentivar que todos estos valores puedan concretarse, y así poder lograr a través del Estado los objetivos y fines propuestos, es imprescindible la instrucción educativa, LA EDUCACIÓN, calificándola “de Derecho Humano y deber social fundamental”, que ha de ser siempre democrática, gratuita y obligatoria. Y, que  corresponde al Estado la obligación de estructurarla como servicio público de Educación, para su planificación, dirección, control, supervisión y evaluación del proceso educativo.  También leemos en este mismo artículo,  que será la cogestión de Estado, familia y sociedad, el medio idóneo para la educación ciudadana. Y no sé si fue por desliz, error o ignorancia, que en esta norma se definiera a la Educación o instrucción, no como un medio que es su correcta definición, sino como “instrumento del conocimiento”, es decir, como maquinaria, herramienta de ideologización utilizada delictualmente por el comunismo, el fascismo italiano, el nazismo alemán, el castrismo cubano y por el actual Estado totalitario y hegemónico, para imponer cepos de fanatismo a las personas desde las escuelas primarias hasta la etapa de instrucción superior.    
   En todo caso, por estar la Carta Magna vigente, la labor educativa en colegios y universidades, debe estar apegada, en todo momento, a los principios, valores y normas constitucionales y legales, especialmente, a la libertad de conciencia, de expresión y opinión, a la libre exposición, divulgación y discusión de todas las corrientes del pensamiento humano, consagrados expresamente en nuestra Constitución. 
Y en cuanto a la relación de la Educación y el Estado, nuestra Máxima Ley en la antes aludida norma 102, reserva y prioriza las funciones de instrucción educativa al Estado en condición de Estado Docente, pero, preciso es señalar aquí, que esta connotación nació en el autoritarismo de reyes absolutos, por lo que se le conoce como “despotismo  ilustrado” del siglo XIX, el cual fue asumido por la revolución comunista rusa de 1917, que reservó la instrucción educativa a la capacidad financiera del Estado colectivista y totalitario. Y en 1945 el gobierno democrático de Venezuela lo utilizó como estrategia política para lograr, como en efecto logró, una mayor igualdad educativa elevando la calidad de la Educación; pero sin olvidar el origen no democrático de la concepción de Estado Docente de servicio educativo, que -repetimos- se enmarca en arcaica visión, rémoras del pasado, del anacrónico Estado del “despotismo ilustrado” del siglo XIX y del Estado colectivista y totalitario comunista del XX.
   Pero ante la realidad del mundo actual, esta estrategia sobre el servicio educativo debe cambiar, dado los avances de la Democracia verdaderamente participativa y los alcances tan significativos de las Humanidades, de las Ciencias propiamente dichas y de las Tecnologías, que imponen adecuar a esta nueva realidad los medios, objetivos y fines que debe asumir la Educación y la acción educativa, donde el sujeto actor preponderante sea no el Estado sino la Sociedad. Que es imprescindible para educar partir del principio activo de LA SOCIEDAD DOCENTE; esto, a fin de evitar que un devenido Poder hegemónico, de corte populista y fascista, de derecha o de izquierda (aunque no comparto  la  obsoleta distinción) pretenda “ideologizar la Educación”, como sucedió en los regímenes comunistas, fascistas y nazis, en la dictadura castrista en Cuba y como sucede en este “socialismo” neofascista y populista de nuevo cuño con su  ignorancia perversa”.
  
 Por eso declaro, literaria y democráticamente, esta MÍNIMA REFLEXIÓN:

   Acertadamente apuntaba el poeta José Antonio Ramos Sucre en una de sus Granizadas, que un idioma es el Universo traducido a ese idioma; definición esta ratificada y ampliada por Jorge Luis Borges al afirmar que no existe una palabra “sencilla”, ya que todas postulan el Universo, cuyo más notorio atributo es la complejidad (Prólogo a El informe de Brodie). De manera que el intento del poder político de querer “ideologizar la Educación” es idiotez, engreída vaguedad de extraviada inteligencia, pretendiendo producir mentes robotizadas de pensamientos uniformes, de visión simple, sometidas siempre a ociosa contemplación sin consideración de lo múltiple y complejo que es el mundo, fáciles de convencer a su favor con argumentaciones elementales dadas esas mentes prisioneras en el cepo del fanatismo. Porque ideologizar la Educación es negación de la libertad de pensar críticamente ante la múltiple realidad. Pues, no podrá nunca haber VERDADERA EDUCACIÓN sin considerar la heterogénea visión que es necesaria tener ante la infinita diversidad del Universo, es no asumirla para intentar responder, en lo posible, las inagotables y complejas interrogantes con que nos seguirá sorprendiendo la Vida;  Porque nunca podrá haber VERDADERA EDUCACIÓN sin considerar la compleja diversidad de la realidad socio-política.
   Ya certeramente la Unesco, desde 1977,  aconsejaba “reforzar la exigencia de la Democracia, único sistema educativo capaz de impedir que el hombre se convierta en esclavo de la máquina, y único compatible con la dignidad humana; que la Democracia no puede estar limitada a un mínimo de garantías jurídicas en una sociedad de subsistencia Que se debe recrear el objeto y contenido de la Educación tomando en cuenta los nuevos caracteres de la sociedad y los nuevos caracteres de la Democracia”; y que hay que considerar la presente realidad de la globalización, y los actuales descubrimientos y avances exponenciales científicos y tecnológicos, de los que el profesor Hans Neuman, indicaba que entre 1900 y 1950 se habían producido más cambios tecnológicos que en toda la historia anterior de la Humanidad; realidad ésta que los redactores del informe de la Unesco sintetizan así: “La revolución cibernética alcanza a todo el mundo y a todos los países. Tiene un carácter informacional, propiedad única de poder captar el espacio en su mayor dimensión, el tiempo en su medida mínima y el número en toda la escala de sus cifras”.          
   Que, en consecuencia, los cambios cualitativos y cuantitativos de la Educación deben comenzar a realizarse dentro del principio y método educacional de aprender a aprender en una Educación Permanente, relanzando aquel principio fundamental del Humanismo Renacentista italiano, de que sea el individuo dueño y autor de su propio progreso educativo y cultural, y, en la práctica, se haga realidad su Derecho Humano a la Educación; y en su Conferencia Mundial Sobre Educación, de 1998, alertaba  que la Universidad debe reestructurarse para ponerse en sintonía cultural con los retos del siglo XXI, con la nueva sociedad de la inteligencia y de la información. También, que hoy se hace necesario logar cambios cualitativos en los educandos, docentes y sociedad y en el propio sistema educacional, para liderar procesos y controlar no solo los resultados de la actividad reflexiva, sino también su desenvolvimiento. Porque la Educación como proceso social tiene, necesariamente,  que desenvolverse y desarrollarse, en la práctica, en sus distintas dimensiones filosóficas, culturales, éticas y antropológicas, para ser una Educación de calidad, culta y democrática.
Estas recomendaciones de la Unesco se estuvieron tomando en cuenta en 1998 para nuestro Sistema Educativo, Pero, a partir de 1999 fueron obviadas por el Estado hegemónico y totalitario chavista.
Y corolario de toda esta frustración, el país observa anonadado la masiva deserción escolar y universitaria; la diáspora de jóvenes, profesores y maestros, obligada por el hambre, la falta de trabajo, ínfimos sueldos e incumplimiento por parte del Estado de sus contratos colectivos; y los asaltos del hampa ideológica y común, desvalijando escuelas y universidades. Realidad toda ésta que amenaza con paralizar la instrucción educativa en el país y hacer nugatorio el derecho a la Educación, a la Justicia y al ejercicio del Derecho.
   Porque en todo esto, respecto de los que detentan el Poder, se trata de  LA IGNORANCIA PERVERSA, que es la verdadera ignorancia, evidenciada en las conductas insensibles e indolentes de fanáticos de esa ideología y doctrina excluyente y represora que cercenan la libertad natural y demás derechos humanos,  negando los valores de humanidad y solidaridad y, en consecuencia, causando -con dolo y culpa- graves daños sociales e individuales a la juventud venezolana. Pueden haber recibido, o no, instrucción escolar y hasta universitaria, ser doctores, pero odian a la Universidad libre y autónoma, llevando sellada en sus miserables almas la advertencia salmantina: “Quod natura non dat Salmantica non praestat”, o dicho popularmente en criollo: pasarían por la universidad pero nada aprendieron de su libre Educación, la universidad no pasó por ellos. Son sujetos que adolecen de la ética y moral natural, no tienen ideales porque los dirige el odio y la venganza, carecen de la nobleza espiritual de la natural educación de los campesinos y pescadores, de los hombres de bien, poseedores de la sabiduría milenaria.  
   Y mientras el resto del mundo celebra hoy su inclusión en la actual Sociedad de la Inteligencia y de la Información, en la sociedad del siglo XXI, la ignominia del poder en Venezuela promueve  una sociedad de la ignorancia, la incultura y la desinformación. Poder, que con sus acciones dolosamente inconstitucionales se ha declarado a sí mismo -sin rubor alguno- Estado militarista y policial. Y es por esto mismo, que el único futuro profesional que le ofrece a la juventud estudiantil es el de ser policía o soldado, no pensar sino obedecer, propia ambición dictatorial, con la vileza -además- de enfrentar a estudiantes contra estudiantes.
Pero no olvidemos nuestra historia, pues de una atrasada y represora instrucción educativa colonial, la juventud venezolana nutriendo aledañamente su intelecto, se convirtió, a comienzos del siglo XIX, en el liderazgo de la independencia Suramericana.

   Pero, fehacientemente somos optimistas, porque creemos en la fuerza de la juventud y en el espíritu de avanzada de nuestros estudiantes y docentes, especialmente en los universitarios Porque a los hombres es imposible secuestrarle por siempre su libertad ni su innata necesidad y derecho humano a la Educación.  
   Y ante la desesperanza que ha inducido este régimen hegemónico y totalitario, concluiré con la sabia reflexión de un sobreviviente del Holocausto nazi, el escritor, profesor universitario y Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel:   
   “Para el indiferente, la vida es una prisión. Para él la comunidad solo existe como hecho exterior, o peor aún, no existe. Por eso indiferencia equivale a soledad. El indiferente no ve al otro, no siente nada por éste ni le interesa lo que le sucede; a su alrededor no hay más que vacío, lo mismo que en su interior. Está desprovisto tanto de esperanza como de imaginación. Dicho de otra manera, está desprovisto de futuro”.
Por todo ello, los deberes de nuestra generación se llaman solidaridad y responsabilidad, que tenemos el deber inexcusable de expresar, confiriendo un sentido noble y humanizador a nuestra acción en defensa de las verdaderas DEMOCRACIA, EDUCACIÓN y JUSTICIA.