En las semanas previas a las elecciones municipales
presenciamos un debate entre votar o no, cada quien sacó su conclusión y actuó
en consecuencia. Hoy algunos critican a los que participaron por legitimar con
su voto a la dictadura. Otros pretenden
culpar a los abstencionistas del resultado electoral. Ni una cosa, ni otra, es la verdad. No se ha
legitimado al régimen y este resultado es consecuencia de una multiplicidad de
factores, donde la participación es uno de ellos pero es determinante el
contexto y las condiciones electorales. Entonces ¿quién ganó y quién perdió?
Antes de dar una respuesta, digamos que -en nuestra opinión- votar
era lo correcto en municipios de marcada tendencia opositora. No hacerlo era
políticamente un suicidio, algo inexplicable.
En otros municipios la discusión tiene sus bemoles. En todo caso, quienes
no votaron también tenían muchas razones para abstenerse y cuestionarlos es
absolutamente inútil. Al contrario, hay
que entenderlos y promover una reflexión para superar la difícil situación del
país. Además, por razones ya expuestas ampliamente, los principales partidos se
vieron obligados a no participar, es decir, a no inscribir candidatos, ni hacer
campaña. Y decimos obligados porque ninguno ha renunciado a la ruta electoral
sino que adoptaron esa postura como mecanismo de presión para lograr mejores
condiciones. Que se logren o no, está por verse; así que la pertinencia de esa
política es también una discusión postergada.
Lo cierto es que –por ahora- la dictadura logró imponer un sistema para
ganar elecciones siendo una ínfima minoría y eso debemos revertirlo. ¡Ese es el
foco! Ahí debe centrarse la lucha en los próximos meses... Ahora, al hacer un balance del reciente
proceso hay que considerar que formalmente la unidad democrática no participó, el
gobierno si lo hizo y quien juega solo ni gana, ni pierde. En consecuencia, el
resultado de las elecciones municipales no es una victoria del gobierno, ergo
tampoco es una derrota de la oposición. Más
aún, el régimen pudo haber obtenido las 335 alcaldías y eso no altera el
balance real de poder: el gobierno sigue siendo una penosa minoría con respaldo
militar y la oposición continúa siendo una mayoría muy amplia, aunque ella no
haya podido expresarse política y electoralmente. Con una gran diferencia:
nosotros podemos superar la coyuntura, en cambio para el gobierno el cuadro es
irreversible, la crisis de gobernabilidad tiende a profundizarse.
Así las cosas, la oposición democrática está obligada a
recomponer la unidad frente a la tiranía y a tener un solo candidato
presidencial. Pero también a vacunarnos contra la intriga desmoralizante y la
intolerancia. No hay espacio para divisiones o planes facciosos. En esas elecciones presidenciales tenemos que
movilizarnos como jamás lo hemos hecho, venciendo todos los obstáculos y en
medio de una situación política terrible para el gobierno, no sólo porque
seguirá siendo minoría sino porque su incapacidad para superar la honda crisis
económica y social, elevará el descontento popular hasta niveles nunca vistos. Ante
esta realidad ¿seremos capaces de vencer el pesimismo? ¿Podremos ver esa gran oportunidad para el
cambio o....? ¿Acaso alguien ve a un
gobierno victorioso? ¿Quién podrá
sostener algún argumento para abstenerse?
Hoy, justo en ésta lóbrega madrugada, es cuando tenemos que tomar
conciencia y encender una luz para no ver nuestra propia oscuridad. ¡Venezuela
no se rinde!
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Twitter:
@richcasanova
*Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del
Colegio de Ingenieros de Vzla.
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