El tema que expondré es una introducción, un preámbulo, al
foro-conversatorio que con el nombre de “Cuál
es la Universidad que queremos” tendrá lugar en esta Casa el martes 7 de Agosto.
Por tal motivo, iniciamos esta disertación sosteniendo, ratificando, reiterando,
la siguiente incuestionable verdad:
La EDUCACIÓN nacida
atributo natural y tendencia instintiva del humano, es la más significativa construcción de la
inteligencia con la que el hombre ha
podido y podrá alcanzar los máximos horizontes del Saber en su insaciable
aspiración humana. Es mandato irrenunciable de su propia naturaleza y de la
cultura y civilización que ha construido en su milenario trajinar intelectual,
anhelando -al decir de Savater- a cada vez ser más humano. Esta magna obra del
intelecto, que es la Educación, ha
dado sustentación y coherencia a lo individual y societario, y pudo ser posible
en su origen y formación, gracias a la constitución y evolución en el hombre
del lenguaje oral (y luego escrito), medio y vehículo de conceptualización,
abstracción y trasmisión de ideas, cuya más alta expresión de su
institucionalidad y de su divulgación científica es LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA.
Por lo cual se me hace imprescindible considerar en primer
lugar lo que entendemos por Educación,
y, en consecuencia, pregunto:
¿Alguien de ustedes me podría dar una definición de
Educación?
Como pueden apreciar, con la Educación nos sucede como con el Tiempo; que si alguien nos
sorprende preguntándonos qué es, de inmediato consideramos esa pregunta como
fuera de lugar, incomprensible, porque de la
Educación tenemos un arraigado conocimiento implícito, sobreentendido, tácito
o supuesto, de ése su imprescindible existir, que existe porque sí, de manera
necesaria y continua, connatural a nuestro humano vivir. Y si acaso buscamos explicarla es por su
origen y finalidad. Pues si se le hace esa pregunta a un judío, a un cristiano
o a un mahometano, que admiten la fe del creacionismo, nos dirán que la
Educación es una cualidad, un atributo o condición de vida dada por Dios,
inherente a nuestro instinto de conservación y deseos de trascendencia; o si
por el contrario se tratara de un creyente de la teoría de la evolución de
Darwin, afirmaría que es la evolución permanente de la relación milenaria entre
los hombres y de estos con la naturaleza, impulsada por el instinto de sobrevivencia
y de perfeccionamiento de la especie humana.
Sin embargo, ambas creencias reconocen, los primeros
expresamente y los segundos tácitamente, como concepto de Educación, el atributo
natural humano, que ha impulsado, e impulsa, de manera instintiva, al
hombre a avanzar en su incesante desarrollo espiritual y material. Y que la Educación como concepto y como
instrucción, siempre han sido y es Derecho Humano. Y si, por alguna
desgracia, perdiéramos este atributo natural y, en consecuencia, ese Derecho,
la humanidad desaparecería, pues los hombres involucionaríamos regresando no al
homínido, sino al animal primario que una vez fuimos.
Y de inmediato surgirá otra pregunta: ¿Por qué ha sido y es
importe la Educación? Y la respuesta
no se hará esperar. Aseguramos que su trascendencia es por su imprescindible e
ininterrumpida acción en el proceso cultural de la Humanidad, bastando mencionar
ciertos sucesos históricos que corroboran esta verdad, como fueron: uno que
sucedió hace aproximadamente 3.000 años en Grecia, cuando la Educación con el
logos un dió el salto cualitativo al
pensamiento racional con la Filosofía, la Historia, el Derecho, la Aritmética,
la Geometría y la Astronomía; en la antigua China con el pensamiento los
maestros de la Educación, Confucio con sus Analectas, y Lao-tse y Chuang-tse
con enseñanzas morales y éticas del Taoísmo; la Educación del Humanismo y el
Renacimiento italiano que transformará la mentalidad europea, divulgada con la
invención de la imprenta que popularizará la lectura, haciendo más asequible
los libros y, en consecuencia, democratizando la Educación; los estudios de las
cartas de marear y de la tecnología de navegación que hicieron posible el
descubrimiento de América, y el viaje de Magallanes y Alcano, que unirían los
Continentes e iniciarían la etapa de la mundialización de la cultura y del
capitalismo. En América la creación por España de las Universidades de Santo
Domingo en 1538 y San Marcos en Lima, la de México en 1551 y la de Caracas en
1721, de donde, a pesar de sus atrasados pensum, saldría la inteligencia que
hizo posible la emancipación americana y la construcción de nuestras repúblicas
políticamente independientes. Y en este siglo la revolución cibernética.
Desde los inicios de nuestro proceso de humanización y por necesidad
de subsistencia, a la Educación, atributo natural, lo fusionamos con la obligación de capacitarnos en tareas
comunitarias y, por eso, la identificamos con la Instrucción Educativa.
Porque nuestros instintos impondrán siempre un vivir
educándonos, por imperativo de mejoramiento y sobrevivencia, siéndonos
imposible eludir los signos de la cultura que continuaremos creando permanentemente;
caudal humano que la intelectual Claire L. Gaudiani ha denominado el capital de la sabiduría, esas
incontables obras del pensamiento humano y los valores que las sustentan,
ratificados y reforzados durante milenios por tradición, mediante historias
escritas y verbales como la Biblia, el Mahabarata, el Corán, el Popolh vuh de
los Kachikeles y Mayas y el Watunna de los Makiritare. En la historia, pues, ha
sido indudablemente decisiva la presencia de la Educación.
Así, en la cultura romana, especialmente en su portentoso
Derecho y en sus pensa de las artes liberales, música, aritmética, geometría y astronomía,
sus descubrimientos, avances y logros en
ciencias aplicadas e ingeniería, arquitectura e hidráulica, aún hoy presentes
en el Panteón de Adriano en Roma y en los grandes acueductos. En los XIV y XV, la
Educación de unas élites brillantes del Humanismo y el Renacimiento italiano,
imitadas por el resto de Europa, que impulsarían la libertad de pensamiento
intelectual y la tolerancia, que hizo surgir concepciones más humanas de la
Educación y del Derecho, avanzando hasta el siglo XIX, con las ideas de la
Ilustración, cuya influencia podemos observar en las vigentes Constitución y
Ley Orgánica de Educación venezolana, que establecen como orientación y fin de
la Educación “el desarrollo del potencial creativo de cada ser humano”.
El origen y desarrollo de todas las Ciencias se corresponden
con la construcción milenaria del lenguaje gregario humano de la Educación.
Pues el hombre -como afirmó Aristóteles-es el único de los animales que tiene
logos, que habla con razonamiento, con lógica. Porque como afirmó Heidegger “En
la morada que ofrece el lenguaje habita el hombre”.
En lo atinente a nuestro Continente, una vez instalado el
poder español, las Leyes de Indias acusaron evidente muestra del modelo de la
Educación humanista cristiana. Y la monarquía absoluta impuso en sus dominios
y, por supuesto, en todas las provincias de Venezuela, una Educación confesional, conventual, intolerante y estructuralmente
clasista, que en la Caracas de finales del siglo XVIII se había abierto un
poco para ciertos pardos pudientes, por eso, el 19 Abril, de 1810 tuvieron
representación en la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII,
destacándose el pardo y brillante abogado Juan Germán Roscio. Y con la
Constitución de 1812 se acogería la ideología liberal democrática-republicana
y, teóricamente, el principio de la Educación
en libertad de Juan Jacobo Rousseau.
Y aquí, permítanme un paréntesis para referirles un insólito suceso de cuando
éramos provincia de Cumaná, que muestra cómo era escasa, precaria, la Educación
colonial, narrado por el jurista Humberto Cuenca, en su obra “La Universidad
Colonial”. Se trata del caso de El brujo
Zibico, “un loco armado de los puñales de su botica” (que así se le
identificó), que ejercía sus artes de brujería en Cumaná cuando éramos, pues,
españoles, por lo que el gobernador Emparan, le prohibió siguiera con sus
medicaciones, por ser contrarias a la Ciencia y a la Educación de la comunidad,
lo que conllevó a una disputa judicial
que, en alzada de segunda instancia, fue dictaminada por la Audiencia de Santo
Domingo que ¡vaya sorpresa! permitió que Zibico siguiera recetando,
“legalmente” sus menjurjes; siendo el más común de estos, según crónica anónima
de la época, “un brebaje preparado por él, a base de llantén, miel de piña y
pulpa de tamarindo, de aplicación en el centro de los suspiros a las mujeres
con mococoa, un día a la semana durante un mes”. Pero, para desconcierto
nuestro, aquel cronista no aclaró cuál era esa dolencia llamada mococoa ni
dónde tenían las mujeres ese centro de los suspiros que, aun dudando,
presumimos, era en el corazón.
Pero bueno, sigamos…
Separada Venezuela de la Gran Colombia y declarada República,
el presidente Páez, consciente de que un país no se construye en los cuarteles
sino en las aulas de estudio, decidió en 1834, para hacer efectiva la
instrucción educativa, la creación, en las principales ciudades, de los
Colegios Nacionales, que luego se llamarían Federales con el triunfo de la
Federación; y el presidente Guzmán en 1870 decretó la Educación primaria gratuita y obligatoria, que a la larga
conduciría a la toma de consciencia por los venezolanos de sabernos
depositarios históricos de la instrucción y, dueños por derecho del derecho a
la Educación.
Pero serán la Universidad con la llamada “Generación del 28”
y los maestros, cuando Rómulo Betancourt presidía la Junta de Gobierno en 1946,
quienes reclamarían e impondrían, en instrumentos legales, los derechos a la Educación e instrucción democráticas, igualitarias,
gratuitas y obligatorias, y el de la verdadera autonomía universitaria, ratificados
por el gobierno del maestro Rómulo Gallegos. Derrocado éste en 1948 la
dictadura retrasó el proceso de la Educación democrática y de la autonomía
universitaria; hasta que el 23 de Enero
de 1958, se recuperó la Democracia. Y el Congreso sancionó la Constitución
democrática de 1961, que consagraba por primera vez en norma expresa el derecho sustantivo a la Educación.
No obstante, si observamos la realidad del mundo de hoy, en
términos universales ha sido tardía su sanción. Porque en cualquier sociedad
organizada, civilizada y democrática, la Educación tiene su exacta ubicación y
esperanza de seguras relaciones humanas y un orden social y una cultura de
justicia y paz. En este sentido, incuestionablemente a la Democracia se le identifica con el Estado de Derecho y su
inherente e imprescindible Educación Democrática. De manera que, si se
obvia, intencional o con culpa el Estado de Derecho, indudablemente no hay,
desaparece, no existe Democracia y se vulnera, a la par, el derecho
humano a la Educación.
Consagrado, por primera vez, en la Constitución de 1961, el Derecho a la Educación, gratuita y
obligatoria, inclusiva y democrática, como medio para desarrollar el potencial
intelectual y físico de la persona, Venezuela tuvo una Educación incluyente y
de calidad, muestra de ello ha sido la UDO.
Pero, después de más de cuarenta años de democracia, con
alternancia de gobiernos, logrando innegables avances, en lo social,
especialmente en Salud y Educación,
y en lo económico y financiero, se produjo la crisis del sistema político en la
década de los años ochenta de la pasada centuria; crisis que sería aprovechada
por grupos antidemocráticos que intentaron golpes de Estado y desórdenes de
turbas populares que fueron derrotados por el gobierno democrático de Carlos
Andrés Pérez.
Sin embargo, la situación se fue agravando en los años
noventa, y el sistema democrático fue atacado por resentidos de resquemores
revanchistas que hundían su rencor en sus orígenes gomeros, lopecistas y medinistas, con una campaña anti-partidos políticos, es decir,
antidemocrática y militarista, que, demagógicamente, promovieron la anacrónica
y perversa figura del gendarme necesario, un caudillo de mentalidad e ideología
populista y fascista, un oscuro militar, más charlatán que locuaz, chabacano, de
jerga vulgar cuartelera y de casi ninguna formación intelectual ni cívica,
extraído de uno de los intentos de golpes de Estado; y aprovechando medios
democráticos de elección lo llevaron a la Presidencia de la República. Éste
hizo llamar a la Asamblea Nacional Constituyente que sancionó la vigente
Constitución de 1999. Y luego de encumbrarse en el poder inauguró su autocracia
hegemónica, fascista, populista y represiva.
Pero esta Constitución está aún vigente, y ella consagra,
tanto en sus principios dogmáticos como en su normativa específica, una visión
humanística de la Educación como derecho
humano y como proceso social, inclusiva, en igualdad de oportunidades, que
propone y promueve el redescubrimiento de ideales éticos, reconociendo la
importancia de los valores de la comunicación en general, basada en el respeto
y la solidaridad, la amistad, la tolerancia, la conversación respetuosa y
democrática, la sana y libre discusión, la crítica reflexiva y la autocrítica,
siempre en atención a la cualidad creadora del lenguaje para la Educación ciudadana.
Y por más que el régimen se ha puesto de espaldas al Estado
de Derecho, su hegemonía no ha podido suprimir la dirección axiológica de
nuestra Constitución que, tanto en la Exposición de Motivos y en su Preámbulo,
como en su Artículo 2, admite y reconoce,
expresamente, como ideales, valores y derechos humanos, irrenunciables e
imprescriptibles de la Humanidad y del pueblo venezolano, la DEMOCRACIA, la vida, la libertad, la
justicia, la igualdad, la ética, la convivencia, la solidaridad, la
responsabilidad y LA EDUCACIÓN, de
cuya concreción individual, y colectiva (de acuerdo a su Art.3), dependerá que
se logren los fines y los objetivos que la propia Constitución le otorga al
Estado, para que se alcance la superación cultural, social y económica de la
sociedad venezolana.
Y el 102 Constitucional, asienta que para motivar e
incentivar que todos estos valores puedan concretarse, y así poder lograr a
través del Estado los objetivos y fines propuestos, es imprescindible la
instrucción educativa, LA EDUCACIÓN,
calificándola “de Derecho Humano y deber social fundamental”, que ha de ser
siempre democrática, gratuita y obligatoria. Y, que corresponde al Estado la obligación de
estructurarla como servicio público de Educación, para su planificación,
dirección, control, supervisión y evaluación del proceso educativo. También leemos en este mismo artículo, que será la cogestión de Estado, familia y
sociedad, el medio idóneo para la educación ciudadana. Y no sé si fue por desliz,
error o ignorancia, que en esta norma se definiera a la Educación o
instrucción, no como un medio que es su correcta definición, sino como “instrumento
del conocimiento”, es decir, como maquinaria, herramienta de ideologización
utilizada delictualmente por el comunismo, el fascismo italiano, el nazismo
alemán, el castrismo cubano y por el actual Estado totalitario y hegemónico,
para imponer cepos de fanatismo a las personas desde las escuelas primarias
hasta la etapa de instrucción superior.
En todo caso, por estar la Carta Magna vigente, la labor
educativa en colegios y universidades, debe estar apegada, en todo momento, a
los principios, valores y normas constitucionales y legales, especialmente, a
la libertad de conciencia, de expresión y opinión, a la libre exposición,
divulgación y discusión de todas las corrientes del pensamiento humano,
consagrados expresamente en nuestra Constitución.
Y en cuanto a la relación
de la Educación y el Estado, nuestra Máxima Ley en la antes aludida norma 102,
reserva y prioriza las funciones de instrucción educativa al Estado en
condición de Estado Docente, pero, preciso es señalar aquí, que esta
connotación nació en el autoritarismo de reyes absolutos, por lo que se le
conoce como “despotismo ilustrado” del
siglo XIX, el cual fue asumido por la revolución comunista rusa de 1917, que
reservó la instrucción educativa a la capacidad financiera del Estado
colectivista y totalitario. Y en 1945 el gobierno democrático de Venezuela lo
utilizó como estrategia política para lograr, como en efecto logró, una mayor
igualdad educativa elevando la calidad de la Educación; pero sin olvidar el
origen no democrático de la concepción de Estado Docente de servicio educativo,
que -repetimos- se enmarca en arcaica visión, rémoras del pasado, del
anacrónico Estado del “despotismo ilustrado” del siglo XIX y del Estado colectivista
y totalitario comunista del XX.
Pero ante la realidad del mundo actual, esta estrategia sobre
el servicio educativo debe cambiar, dado los avances de la Democracia
verdaderamente participativa y los
alcances tan significativos de las Humanidades, de las Ciencias propiamente
dichas y de las Tecnologías, que imponen adecuar a esta nueva realidad los
medios, objetivos y fines que debe asumir la
Educación y la acción educativa, donde el sujeto actor preponderante sea no
el Estado sino la Sociedad. Que es
imprescindible para educar partir del principio activo de LA SOCIEDAD DOCENTE; esto, a fin de evitar que un devenido Poder
hegemónico, de corte populista y fascista, de derecha o de izquierda (aunque no
comparto la obsoleta distinción) pretenda “ideologizar la
Educación”, como sucedió en los regímenes comunistas, fascistas y nazis, en la
dictadura castrista en Cuba y como sucede en este “socialismo” neofascista y
populista de nuevo cuño con su “ignorancia perversa”.
Por eso declaro, literaria y democráticamente, esta MÍNIMA
REFLEXIÓN:
Acertadamente apuntaba el poeta José Antonio Ramos Sucre en
una de sus Granizadas, que un idioma es el Universo traducido a ese idioma;
definición esta ratificada y ampliada por Jorge Luis Borges al afirmar que no
existe una palabra “sencilla”, ya que todas postulan el Universo, cuyo más
notorio atributo es la complejidad (Prólogo a El informe de Brodie). De manera
que el intento del poder político de querer “ideologizar la Educación” es
idiotez, engreída vaguedad de extraviada inteligencia, pretendiendo producir
mentes robotizadas de pensamientos uniformes, de visión simple, sometidas
siempre a ociosa contemplación sin consideración de lo múltiple y complejo que
es el mundo, fáciles de convencer a su favor con argumentaciones elementales
dadas esas mentes prisioneras en el cepo del fanatismo. Porque ideologizar la
Educación es negación de la libertad de pensar críticamente ante la múltiple
realidad. Pues, no podrá nunca haber VERDADERA
EDUCACIÓN sin considerar la heterogénea visión que es necesaria tener ante
la infinita diversidad del Universo, es no asumirla para intentar responder, en
lo posible, las inagotables y complejas interrogantes con que nos seguirá
sorprendiendo la Vida; Porque nunca
podrá haber VERDADERA EDUCACIÓN sin
considerar la compleja diversidad de la realidad socio-política.
Ya certeramente la Unesco, desde 1977, aconsejaba “reforzar la exigencia de la Democracia, único sistema educativo
capaz de impedir que el hombre se convierta en esclavo de la máquina, y único
compatible con la dignidad humana; que la
Democracia no puede estar limitada a un mínimo de garantías jurídicas en
una sociedad de subsistencia Que se debe recrear el objeto y contenido de la
Educación tomando en cuenta los nuevos caracteres de la sociedad y los nuevos
caracteres de la Democracia”; y que hay que considerar la presente realidad de
la globalización, y los actuales descubrimientos y avances exponenciales científicos
y tecnológicos, de los que el profesor Hans Neuman, indicaba que entre 1900 y
1950 se habían producido más cambios tecnológicos que en toda la historia
anterior de la Humanidad; realidad ésta que los redactores del informe de la
Unesco sintetizan así: “La revolución
cibernética alcanza a todo el mundo y a todos los países. Tiene un carácter
informacional, propiedad única de poder captar el espacio en su mayor
dimensión, el tiempo en su medida mínima y el número en toda la escala de sus
cifras”.
Que, en consecuencia, los cambios cualitativos y
cuantitativos de la Educación deben comenzar a realizarse dentro del principio
y método educacional de aprender a
aprender en una Educación Permanente, relanzando aquel principio
fundamental del Humanismo Renacentista italiano, de que sea el individuo dueño
y autor de su propio progreso educativo y cultural, y, en la práctica, se haga realidad su Derecho Humano a la
Educación; y en su Conferencia Mundial Sobre Educación, de 1998, alertaba que la
Universidad debe reestructurarse para ponerse en sintonía cultural con los
retos del siglo XXI, con la nueva sociedad de la inteligencia y de la
información. También, que hoy se hace necesario logar cambios cualitativos
en los educandos, docentes y sociedad y en el propio sistema educacional, para
liderar procesos y controlar no solo los resultados de la actividad reflexiva,
sino también su desenvolvimiento. Porque la
Educación como proceso social tiene, necesariamente, que desenvolverse y desarrollarse, en la
práctica, en sus distintas dimensiones filosóficas, culturales, éticas y
antropológicas, para ser una Educación
de calidad, culta y democrática.
Estas recomendaciones de la Unesco se estuvieron tomando en
cuenta en 1998 para nuestro Sistema Educativo, Pero, a partir de 1999 fueron
obviadas por el Estado hegemónico y totalitario chavista.
Y corolario de toda esta frustración, el país observa
anonadado la masiva deserción escolar y universitaria; la diáspora de jóvenes,
profesores y maestros, obligada por el hambre, la falta de trabajo, ínfimos
sueldos e incumplimiento por parte del Estado de sus contratos colectivos; y
los asaltos del hampa ideológica y común, desvalijando escuelas y universidades.
Realidad toda ésta que amenaza con
paralizar la instrucción educativa en el país y hacer nugatorio el derecho a la
Educación, a la Justicia y al ejercicio del Derecho.
Porque en todo esto, respecto de los que detentan el Poder,
se trata de LA IGNORANCIA PERVERSA, que es la verdadera ignorancia, evidenciada
en las conductas insensibles e indolentes de fanáticos de esa ideología y doctrina
excluyente y represora que cercenan la libertad natural y demás derechos
humanos, negando los valores de
humanidad y solidaridad y, en consecuencia, causando -con dolo y culpa- graves
daños sociales e individuales a la juventud venezolana. Pueden haber recibido,
o no, instrucción escolar y hasta universitaria, ser doctores, pero odian a la
Universidad libre y autónoma, llevando sellada en sus miserables almas la
advertencia salmantina: “Quod natura non
dat Salmantica non praestat”, o dicho popularmente en criollo: pasarían por
la universidad pero nada aprendieron de su libre Educación, la universidad no
pasó por ellos. Son sujetos que adolecen de la ética y moral natural, no tienen
ideales porque los dirige el odio y la venganza, carecen de la nobleza
espiritual de la natural educación
de los campesinos y pescadores, de los hombres de bien, poseedores de la
sabiduría milenaria.
Y mientras el resto del mundo celebra hoy su inclusión en la actual Sociedad de la Inteligencia y de
la Información, en la sociedad del siglo XXI, la ignominia del poder en
Venezuela promueve una sociedad de la
ignorancia, la incultura y la desinformación. Poder, que con sus acciones
dolosamente inconstitucionales se ha declarado a sí mismo -sin rubor alguno-
Estado militarista y policial. Y es por esto mismo, que el único futuro
profesional que le ofrece a la juventud estudiantil es el de ser policía o
soldado, no pensar sino obedecer, propia ambición dictatorial, con la vileza
-además- de enfrentar a estudiantes contra estudiantes.
Pero no olvidemos nuestra historia, pues de una atrasada y
represora instrucción educativa colonial, la juventud venezolana nutriendo
aledañamente su intelecto, se convirtió, a comienzos del siglo XIX, en el
liderazgo de la independencia Suramericana.
Pero, fehacientemente somos optimistas, porque creemos en la
fuerza de la juventud y en el espíritu de avanzada de nuestros estudiantes y docentes, especialmente en los universitarios
Porque a los hombres es imposible secuestrarle por siempre su libertad ni su innata necesidad y derecho humano a la
Educación.
Y ante la desesperanza que ha inducido este régimen
hegemónico y totalitario, concluiré con la sabia reflexión de un sobreviviente
del Holocausto nazi, el escritor, profesor universitario y Premio Nobel de la
Paz Elie Wiesel:
“Para el indiferente, la vida es una prisión. Para él la
comunidad solo existe como hecho exterior, o peor aún, no existe. Por eso
indiferencia equivale a soledad. El indiferente no ve al otro, no siente nada
por éste ni le interesa lo que le sucede; a su alrededor no hay más que vacío,
lo mismo que en su interior. Está desprovisto tanto de esperanza como de
imaginación. Dicho de otra manera, está desprovisto de futuro”.
Por todo ello, los deberes de nuestra generación se llaman solidaridad y responsabilidad, que tenemos
el deber inexcusable de expresar, confiriendo un sentido noble y humanizador a
nuestra acción en defensa de las verdaderas DEMOCRACIA, EDUCACIÓN y JUSTICIA.